El 22 de agosto de 1951 nacía el Palacio de la Luz. Un edificio futurista, con puertas que se abrían sin tocarlas y aire acondicionado en toda la gigantesca estructura. Construido con mano de obra y materiales nacionales y galería de grandes artistas uruguayos, el Palacio de la Luz sigue siendo testigo del avance de UTE, camino a sus 110 años.
La calle Aguilar se vestía con sus mejores galas en febrero para recibir el corso de Carnaval. El Bar Rondeau ya cobijaba entonces a los parroquianos entre copas y tutes cabreros, los almacenes vendían la yerba y el azúcar de a cien gramos, envueltos en papel de estraza, el verdulero empujaba su carro por Agraciada y el afilador voceaba sus servicios, trepado en su bicicleta.
Las casitas bajas y de antigua construcción daban cobijo a familias trabajadoras, el barrio respiraba mansedumbre y los fines de semana el silencio era solo quebrado por la algarabía de los niños, después de la siesta. La vieja estación de “Ferrocarril y Tranvía del Norte” recibía sus últimos coches, porque sería demolida pronto para dar cabida a la modernidad.
Ese era el paisaje de aquel rincón de Arroyo Seco en 1943, cuando el Palacio de la Luz comenzó a gestarse en la imaginación del Arquitecto Román Fresnedo Siri, para ver la luz moderno, colosal, majestuoso, ocho años más tarde.
CENTRALIZAR LO DISPERSO
“No bien asumió el nuevo Directorio, el 17 de junio de 1943, advirtió que una de las necesidades fundamentales del instituto era la centralización de las oficinas en un solo edificio, moderno y adecuado”, expresa el Acta de colocación de la Piedra Fundamental del edificio. Las oficinas de la empresa que abastecía de energía eléctrica a todo el país estaban hasta ese momento dispersas en casas de familia en distintos puntos de la ciudad.
Se creó entonces una comisión presidida por el director Ing. Santiago Mauri para proyectar ese edificio que fuera el cerebro de la UTE, la que arribó a la conclusión de que el lugar más adecuado era en la zona de Arroyo Seco, en las proximidades de las centrales Batlle y Ordóñez y Calcagno y al costado del edificio de Almacenes, en ese momento en construcción. Es decir, en pleno corazón industrial y logístico de UTE. Se proyectó inicialmente una inversión de $ 2.000.000 y se estimó que las obras demandarían un plazo de dos años y medio.
La Piedra Fundamental se colocó el 21 de enero de 1946, con la presencia del presidente de la República Juan José de Amézaga, el vicepresidente Alberto Guani, el intendente Juan Fabini y autoridades nacionales y departamentales de la época. Santiago Mauri era el presidente de UTE aquel histórico día. La licitación pública para la obra fue adjudicada finalmente el 3 de junio de 1946, por un monto total de $ 2.744.747.
JERARQUÍA, FUNCIONALIDAD, MODERNIDAD
"El edificio fue concebido a modo de ser un exponente de la jerarquía de la Institución y a la vez ser un aporte al progreso edilicio de la ciudad, planteando y resolviendo además, los múltiples aspectos urbanísticos que derivan de un edificio de esa importancia", testimoniaba Fresnedo Siri por aquellos días.
La obra original preveía que en su entorno se establecería un Centro Cívico, con una peatonal y un ordenamiento urbanístico diferente en la zona, pero por razones presupuestales finalmente solo se construyó el Palacio, que tampoco tuvo la altura que proyectó originalmente Fresnedo, alterando las proporciones estimadas. El icónico edificio adoptó así prácticamente la forma de un gigantesco cubo emplazado a metros de la bahía.
El Palacio de la Luz, así nombrado por primera vez en la Memoria Anual de UTE de 1946, contaba con los últimos adelantos tecnológicos para la época, como la insonorización, el sistema de aire acondicionado general y la vedette de la edificación montevideana de ese entonces: las puertas de acceso automáticas, con un “ojo eléctrico” que detectaba la presencia de público y franqueaba el paso al visitante, toda una novedad en el país y motivo de atracción. Estas puertas estuvieron en servicio hasta entrado el siglo XXI.
Una de las premisas básicas para su construcción fue el empleo de mano de obra y materiales nacionales. Incluso los artistas nacionales fueron llamados mediante concurso a colaborar en el embellecimiento del edificio, dándole jerarquía por medio de pinturas, relieves, etc. en los paños previstos a tales efectos.
Es así que encontramos, en el gran hall de entrada, el mural de Díaz Yepes, en el primer piso el mural de Alceu Ribeiro y en sala de sesiones de Directorio se podían disfrutar los murales al fresco de Jonio Montiel y las puertas de Pablo Serrano. Estas dos obras se perdieron en el incendio que sufrieron los pisos 8 y superiores del edificio el 13 de agosto de 1993. En 1995 se colocó en las puertas de acceso de la Sala de Sesiones del Directorio, en el piso 9, una obra en vidrio de Águeda Dicancro, que constituye un homenaje a las cinco mujeres fallecidas aquella trágica noche.
El Palacio fue habilitado oficialmente el 22 de agosto de 1951, con una sesión solemne del Directorio de UTE. Se proyectaba entonces como la sede del ente por 25 años, pero han pasado más de 70 y sigue en pie, sosteniendo a una estructura que es alma del país y guardando celosamente entre sus vigas y ventanales miles de historias anónimas, pedacitos de vida.
El Palacio de la Luz en construcción
Autoridades de la época en el predio donde se construía el Palacio
"Campo magnético" en la visión del artista Eduardo Díaz Yepes, obra emplazada en la planta baja del edificio
Obra de Alceu Ribeiro, ubicada en el primer piso
Otra vista del Palacio en construcción
La construcción desde la calle Paraguay; al fondo el edificio de Almacenes, también en obra
El Palacio de la Luz a fines del siglo XX
El Palacio desde el aire, iluminado durante el "Mes de la Mujer", en marzo 2022